Cada día me da más vergüenza ver como
determinadas personas que nos representan y han sido elegidos por sufragio
universal, utilizan el poder para hacer tonterías, para cambiar de opinión sin
ton ni son y hasta para bajarse los pantalones de una forma descarada y
lamentable, ante determinados intereses mediocres.
Un servidor público no está para hacer el ridículo.
Está para servir al pueblo que lo ha elegido y si no es capaz, no sabe o no lo
dejan… tener la decencia y la valentía de denunciarlo y ser firme en sus decisiones.
Si esto conlleva renunciar a su cargo pues primero los principios, luego las
personas y más tarde las ideologías, cun un propósito de servicio y honestidad
supina.
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